José López Cuesta

Sevilla
Sevilla
López Álvarez, Eduardo José

¿Qué podía hacer una persona de Sevilla si en agosto de 1936 era denunciado por el periódico carlista La Unión de pertenecer a la masonería? La mayor parte de los que lo fueron el 10 de agosto lo tuvieron claro: escribir al periódico cartas de arrepentimiento afirmando que su pertenencia a la masonería había sido efímera y abjuraban de ella, y que habían vuelto a la verdadera religión de la que se mostraban fervientes devotos. No fue esa la respuesta de José López Cuesta: en la carta que envió a La Unión hacía profesión de fe republicana, aunque de orden, puesto que tanto en 1933 como en 1936 el Partido Republicano Progresista al que pertenecía participó en las elecciones en la coalición de derechas. Desconocemos qué otros argumentos pudo exponer, puesto que el periódico integrista censuró la carta por contener consideraciones políticas con las que no podía estar de acuerdo. Posiblemente ese republicanismo recalcitrante le costó la vida.

                Había nacido en Granada en 1890, aunque su familia se trasladó pronto a El Puerto de Santa María, donde su padre fue jefe de la estación de ferrocarril. Obtuvo el título de bachiller en Jerez en 1904, iniciando estudios de Derecho en 1910 en la Universidad de Granada, estudios que abandonó cuando murió su padre en 1912 tras haber aprobado nueve asignaturas. Consigue entonces el puesto de inspector de ferrocarril en la empresa MZA, que continuó desempeñando hasta su muerte. En 1921 se casó con Delfina Mejías Real, de Río Tinto (Huelva), a la que había conocido con motivo de haberse trasladado allí para mediar en una huelga del ferrocarril. Establecido en Sevilla, ese mismo año reanuda en la Universidad de Sevilla los estudios de Derecho como alumno libre, terminándolos en 1923 con la calificación de sobresaliente y premio extraordinario. Compagina a partir de entonces su trabajo en los ferrocarriles con su actividad como abogado en los tribunales, con un cierto éxito que le permite progresar económicamente como muestra la compra de la casa familiar de la calle Argote de Molina en el año 1927. De esta época data también su colaboración con el catedrático de Derecho Civil Demófilo de Buen Lozano, de cuya cátedra parece que se encargó durante un tiempo hasta que fue nombrado nuevo catedrático al marchar De Buen a Madrid como Consejero de Estado de la IIª República.[1]

                Su participación en la política discurrió paralela a su pertenencia a la masonería, tal como él mismo reconoció en la carta al diario La Unión: «Casi todos los hombres que tomaron parte activa en aquel movimiento apasionado que desembocó en la República del 14 de abril, desarrollaron sus trabajos a la sombra de la Masonería…». Así ingresa en la Logia Isis y Osiris 6 en 1930, adoptando el nombre simbólico «Wagner». Alcanza el grado 2º, pero asiste muy esporádicamente a las reuniones hasta que el 26 de abril de 1934 solicitó la «plancha de quite» que se le concedió. Su actividad política se desarrolló en las mismas fechas. Participó en la formación en Sevilla del Partido Republicano Progresista de Niceto Alcalá Zamora, del que sería secretario provincial desde 1931 y candidato en las elecciones a Cortes de 1933. En agosto de 1934 el partido en Sevilla fue liquidado, y el dinero que López Cuesta había adelantado para sus actividades no pudo recuperarlo más que quedándose con el automóvil del partido. Todavía participó en el intento de Alcalá Zamora y Portela Valladares de resucitar la derecha moderada republicana de cara a las elecciones de 1936, para lo que fue nombrado presidente de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir por el Gobierno de Portela. El triunfo del Frente Popular le llevó a la dimisión y al apartamiento definitivo de la política.

                La sublevación militar le sorprendió, pues, en Sevilla ya apartado de la vida política. En el verano de 1936 sin embargo su nombre saltó a la luz pública por la sucesiva publicación en el diario La Unión, portavoz oficioso de la Comunión Tradicionalista, de una lista de masones sevillanos y de otra con los miembros del Comité de Salud Pública formado en 1932 para defender la República tras el pronunciamiento de Sanjurjo: en ambas figuraba José López Cuesta. Como tantos otros, López Cuesta se dirigió por carta al periódico el 14 de agosto para aclarar su participación en la masonería. Pero en ella no renegaba de su pasado como republicano ni hacía alardes de devoción católica como otros de los denunciados (entre ellos su compañero de partido César Rosa Ruiz), sino que se reafirmaba como «republicano ortodoxo». Algunas otras afirmaciones «inconvenientes» debía contener la carta cuando la dirección del diario, en la nota con la que la presentaba, aclaraba que habían suprimido partes de ella por considerarlas totalmente inapropiadas. Posteriormente el periódico alabó las retractaciones de otros antiguos masones que habían vuelto a «la fe heredada», pero no la de López Cuesta.

                No sería sin embargo hasta el 31 de octubre por la noche que López Cuesta fue detenido y recluido en la cárcel habilitada en el cabaret «Variedades». Desde el principio se atribuyó la denuncia que originó su detención a motivaciones personales o profesionales, como se recogía en el artículo de fecha 16 de junio de 1937 publicado por Rafael de Pina en el periódico ABC de Madrid: al mencionar a las víctimas de la represión fascista en Sevilla, dice de López Cuesta que era «hombre de significación derechista, en quien vengaron agravios personales». La familia inicialmente lo atribuyó a conflictos habidos en la Confederación Hidrográfica cuando la presidió. Más tarde D. Manuel Giménez Fernández, catedrático de Derecho de la Universidad de Sevilla que militó en la CEDA y fue ministro de Agricultura en la República, contó a uno de sus hijos que la denuncia la realizó un gran propietario de Marchena, falangista, a quien López Cuesta había ganado un pleito. Ya en tiempos más recientes, de forma casual, la familia fue informada que la denuncia partió de un torero, gran propietario de tierras en Valencina de la Concepción y simpatizante de los sublevados, al que López Cuesta había ganado un pleito de lindes. El informante era un hijo del cliente de López Cuesta, que había oído referir la historia muchas veces a su padre. En cualquier caso la denuncia lo incluyó en la maquinaria represiva implacable puesta en marcha por los sublevados en Sevilla.

                Por si no bastaba haber pertenecido a la masonería y haber formado parte del Comité de Salud Pública de 1932, posiblemente mantuvo su argumentación laica y republicana al ser interrogado por el capitán Manuel Díaz Criado, el sanguinario delegado de Orden Público de Andalucía y Extremadura nombrado por Queipo de Llano. Puesto que ni los denunciados por masones que se habían retractado ni quienes pertenecieron al Comité de Salud Pública fueron asesinados ni sometidos a Consejo de Guerra, es una posible explicación a la excepción que supuso el que él fuera incluido en una «saca» y fusilado el 10 de noviembre de 1936. Enterrado en la fosa común del cementerio de Sevilla, su familia pudo obtener el certificado de defunción, en el que sólo constaba que se le aplicó el bando de guerra. En 1943 fue procesado por el Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo, que sobreseyó su causa al estar ya fallecido.

                La familia no sufrió posteriores represalias ni incautaciones, más allá de lo que significaba socialmente el ser familiar de un represaliado y la dificultad para su viuda de sacar adelante a cuatro hijos sin que percibiera pensión alguna hasta mucho más adelante. Si pudo hacerlo fue por su extraordinario carácter y la ayuda de amigos y compañeros republicanos. Entre ellos sobre todo su compañero de bufete Carlos Rubio Arcos (inhabilitado para el ejercicio de la abogacía en 1940 por el Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo) y los hermanos José Antonio y Luís Rey Guerrero, propietarios del Colegio San Francisco de Paula.

Fuentes

► Juan Ortiz Villalba: Sevilla 1936: del golpe militar a la guerra civil. 1997.

► Leandro Álvarez Rey: La derecha en la II República: 1931-1936. 1993.

► Libro de actas de la cámara de aprendiz, 1930-1934.

► Centro Documental de la Memoria Histórica, Masonería A, C 446/45.

► Expedientes de la Universidad de Sevilla. 1926-67-888.

► Declaraciones de familiares.

 


[1] Este extremo no lo he podido confirmar en los archivos de la Universidad hispalense.