José Manuel Gallegos Rocafull

Cádiz
Díaz Pérez, Eva

Un canónigo contra la cruzada

El filósofo y canónigo gaditano fue uno de los católicos que criticó la actitud de la Iglesia Católica al aliarse con la “santa cruzada” de Franco. Quien fuera el canónigo lectoral de la Catedral de Córdoba viajó por Europa para atacar los argumentos de una Iglesia que era capaz de respaldar la violencia y que no dudaba en justificar el alzamiento. Tras la Guerra Civil, Gallegos Rocafull perderá sus licencias ministeriales y tendrá que marcharse al exilio. En México, se convertirá en uno de los pensadores más interesantes de la filosofía del destierro. Gallegos Rocafull, que dio clases de Filosofía en la Universidad de México, morirá en Guadalajara en 1963.

«¡Extraña manera de salvar a España!». Era la frase que había escrito hacía muchos años, una frase que, en realidad, le costó el destierro. José Manuel Gallego Rocafull la recordó en aquel momento, mientras daba clases de Filosofía en la Universidad de Guadalajara. Afuera, en la calle, tuvo la sensación de que la luz del atardecer era demasiado semejante a la de Andalucía: ¿la de su Cádiz natal? ¿la que veía en sus paseos hasta la catedral-mezquita de Córdoba donde ejercía como canónigo lectoral? No, no podía ser. Era imposible que la última luz que viera aquel viejo canónigo en el lejano México de su exilio fuera tan parecida a la de su tierra perdida. Y esa frase…

«Acabó ya la guerra. ¡Extraña manera de salvar España!» es una de las frases que Gallegos Rocafull escribió en su libro La pequeña grey. Testimonio religioso sobre la Guerra Civil española, una interesante obra en la que el canónigo argumentaba contra la cruzada iniciada por la Iglesia Española, aliada con el general Franco durante la Guerra Civil. Este libro, que tiene mucho de memorias y de autobiografía sincera, es un revelador documento que refleja el comportamiento y la respuesta ética de los católicos que se manifestaron contra la decisión de la Iglesia.

José Manuel Gallegos Rocafull había nacido en Cádiz en 1895 y en 1921 había llegado a la Catedral de Córdoba como canónigo lectoral. Estudió Teología y en 1931 se presentó como candidato por la derecha en las elecciones constituyentes. Su tesis fue muy elogiada por Ortega y Gasset y llegó a ser profesor auxiliar de Filosofía en la Universidad de Madrid.

Al estallar la guerra, Gallegos Rocafull condena el alzamiento. «Desde aquellos primeros cañonazos del 18 de julio, la guerra fue para mí un torturante drama de conciencia. Mi angustia religiosa empezó ni un minuto antes ni un minuto después de la lucha misma», escribe en su libro. Y añade su primer desconcierto por la reacción de la Iglesia. «Recuerdo muy bien que la noticia de la sublevación del ejército de Marruecos me la dio un militar, amigo mío, al que me encontré cuando salía de la iglesia de confesarse. Me desconcertó profundamente que aquel hombre, que casi del confesionario se iba al Cuartel de la Montaña a hacer armas por propia voluntad contra sus hermanos, tratara de ponerse a bien con Dios y no sé si obtener su protección para este empeño homicida. Esta impresión de desconcierto debió de ser tan fuerte que aún hoy es la primera que sobresale entre mis recuerdos de aquellos días».

Pronto condena el alzamiento y cuestiona el comportamiento de la iglesia como hicieron otros católicos: José Bergamín, Osorio y Gallardo, los generales Rojo, Escobar y Batet o creyentes y practicantes que apoyaron a la República como Pedro Bosch Gimpera, María Zambrano, Claudio Sánchez Albornoz, Manuel de Falla, Xavier Zubiri, Jordi Maragall o un curioso personaje, el católico Antonio Bahamonde, quien a pesar de haber formado parte del aparato de propaganda del general Queipo de Llano en Sevilla, decidió escribir un libro en el que contaba y condenada la atroz represión. Su ética cristiana le impedía respaldar la violencia.

Gallegos Rocafull viaja a Francia y a Bruselas para difundir la actitud anticristiana que la Iglesia española estaba respaldando y justificando. En Bruselas oye las manifestaciones del obispo de Tenerife afirmando que Franco estaba haciendo una guerra santa «tan digna de admiración como la de San Luís» y que el recurso a la fuerza y la violencia era legítimo porque no había más opción que el bolchevismo o la guerra. «Tuviera razón o no, para mí era inconcebible que trataran de salvar a España, deshaciéndola y matando a sus hijos».

Gallegos Rocafull reacciona con rabia. Precisamente en una conferencia en Bruselas responde con estas palabras: «¿Guerra santa? ¿cruzada? No, evidentemente. La religión es demasiado sagrada, demasiado divina como para meterse en este caos de razones sin duda justas, pero también de intereses demasiado humanos».

En marzo de 1937, la pastoral colectiva del cardenal Gomá a favor de la cruzada fue uno de los momentos más amargos de Gallegos Rocafull. «Cuando el pueblo español exija responsabilidades por todos los males que le trajo la guerra ¿quién podrá limpiar a la Iglesia española del que le echa encima esta declaración de su primado?», escribiría en su libro La pequeña grey.

Naturalmente, la Iglesia católica no se quedó de brazos cruzados ante la disidencia de Gallegos Rocafull, un auténtico «hijo espúreo de la patria» tal y como fue calificado. Por sus críticas a la tesis oficial de la Iglesia es suspendido a divinis por el obispo de Córdoba y desposeído de su canonjía.Gallegos Rocafull no recobró sus licencias ministeriales hasta 1950 y fue por una decisión de Roma. Era una decisión que le llegaría en el exilio inevitable por sus palabras contra la “santa cruzada”.

Sin embargo, Gallegos Rocafull también fue muy crítico con los errores republicanos. Pensaba, por ejemplo, en el error fatal de dejar vacante la embajada en el Vaticano porque dejó sin amparo a los católicos que vivían en la zona republicana. Naturalmente, la represión, la persecución religiosa, la prohibición del culto, el cierre de los templos también fueron criticados por el canónigo.

En su obra, el canónigo también describió la derrota y la visión dantesca del éxodo. «El éxodo de toda esa inmensa muchedumbre… que se amaciza en la frontera, huyendo despavorida de los vencedores. Huyendo de los moros y de los militares, pero también de los clérigos y de los obispos».

Ese mismo éxodo que él protagonizará. Con los años, Gallegos Rocafull se establecerá en México donde ejercerá como profesor de Filosofía en la Universidad de México. Así llegará a convertirse en uno de los filósofos de referencia del exilio junto a personajes como Ferrater Mora, José Gaos, García Bacca, Eugenio Imaz, Wenceslao Roces, Adolfo Sánchez Vázquez o María Zambrano. Y, sobre todo, escribió siempre teniendo como referencia la patria perdida. Como ese último día en el que creyó ver la luz andaluza colándose por una lejana ventana mexicana.

“EL ALMA DE ESPAÑA EN EL RETABLO HISPÁNICO”

En el Archivo Histórico Nacional –sección Guerra Civil y Exilio– existen unos rollos microfilmados en los que se guarda la memoria de aquel canónigo gaditano que se atrevió a criticar a la poderosa iglesia vencedora de la Guerra Civil. La digitalización de los fondos de su archivo forma parte de un ambicioso proyecto titulado «Recuperación de fuentes del exilio filosófico español» en el que se incluye el legado de aquella España que se tuvo que marchar al otro lado del mundo para seguir pensando.

En ese legado hay muchas páginas que desvelan el sufrimiento de Gallegos Rocafull, los pasajes en los que reflexiona sobre España y su cultura. Fruto de esa reflexión continua fueron los libros escritos durante el destierro: El hombre y el mundo de los teólogos españoles de los siglos de oro (1947), El pensamiento mexicano en los siglos XVI y XVII (1951) o Estudios de Historia de la Filosofía en México (1963).

También la labor de Gallegos Rocafull fue fundamental para crear las revistas del exilio como Las Españas, Romance o España peregrina, órgano de la Junta de Cultura Española, que se estableció en un edificio de la calle Dinamarca 80, que luego llegaría a alojar a la editorial Séneca. En ese mismo lugar, se celebraría el 19 de febrero de 1947 un emotivo homenaje que reunió a buena parte de los desterrados: el octavo aniversario de la muerte de Antonio Machado, el símbolo del exilio. Gallegos Rocafull fue el encargado de leer el texto de recuerdo, como recuerda Francisco Zueras Torres en su libro La gran aportación cultural del exilio español.

Otro curioso homenaje en el que participó Gallegos Rocafull es en el poco conocido Retablo hispánico, un título publicado en el México de 1946, cuando aún no estaban perdidas las esperanzas de los exiliados para volver a España. En este título se recogían textos de veintiséis escritores relevantes del exilio republicano.

El profesor James Valender, del Colegio de México, desveló en el Congreso «Escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939», cuyas actas acaba de publicar la editorial Renacimiento con edición de Manuel Aznar Soler, algunos detalles de aquel hermoso proyecto con el que se iniciaba la necesidad de recordar España para aquellos que habían sido arrojados de ella. Gallegos Rocafull sorprendía con un tema que le servía para entroncar con el ser o el alma de España: «Sobre la literatura mística española».

(Publicado en El Mundo el 14 de Mayo de 2007)