Wenceslao Romero de Castilla López

Montijo
Badajoz

Desde la memoria en este siglo veintiuno en el que vivimos, mis antepasados son luces brillantes en el tejido cultural y humano de la época que les tocó vivir.

El ilustre Tomás Romero de Castilla y Peroso, nació en Olivenza en 1833 y murió en Badajoz en 1910. Fue vehículo del pensamiento krausista en la España decimonónica, a quien hay que agradecer sus numerosas tareas impregnadas de humanidad desde la cátedra de filosofía de Badajoz. Su entusiasmo en la instauración de la Institución Libre de Enseñanza, su apoyo al nacimiento del Ateneo de Badajoz y del admirable Museo de Arqueología de la misma ciudad (1). Esa postura intelectual valiente, aguda y llena de humanidad fueron el mejor legado que dejó a sus hijos Francisco y Tomás.

A Francisco Romero de Castilla Matute (Badajoz 1864-Mérida 1907) (2) padre de mi abuelo Wenceslao, también trabajó en la enseñanza y los méritos de su relevante labor pedagógica están reseñados en Montijo en la calle de las Cinco Casas, donde residió. Nos consta su ingreso en la logia “Emerita Augusta” el 10 de mayo de 1890, donde alcanzó el 2º grado y con nombre simbólico Pablo, junto a su hermano Tomás de nombre simbólico Krause, del que constan los mismos datos que de Francisco. Afectado por la tuberculosis falleció a los 45 años, antes que su padre, su hermano Tomás le enterró en un panteón, adquirido a titulo perpetuo, en el cementerio de Mérida.

El abuelo Wenceslao Romero de Castilla López fue jefe de estación ferroviaria, nació en Montijo en 1894 y murió en Mérida en 1936, según referencia del Registro Civil de Mérida. Mi padre, Vicente, aún recuerda que siendo niño, Wenceslao le llevaba al Liceo de Mérida en los Carnavales. El ignominioso levantamiento de 1936 le segó la vida. Redacto estas líneas hoy, 20 de Noviembre de 2007, hace 71 años que una bala bárbara truncó su vida y le dejó pegado a la tapia del mismo cementerio donde reposaba su padre Francisco. Tenía sólo 42 años y luchaba por un mundo más justo. Triste y cruel circunstancia cuando hoy, sus familiares, no podemos honrar ni sus restos mortales ni los de su padre: los suyos por estar en una fosa común y los de su padre, escandalosamente exhumados y arrojados al osario en 1977 al ser ilegalmente expropiado su panteón.

Estos datos familiares son nuestra humilde contribución al Congreso del Ateneo de Cáceres sobre los masones extremeños, creyendo firmemente en ese aglomerado polifacético que constituyen, compuesto de iniciativas individuales y colectivas, abierto a la sociedad, libre e independiente, y sensible siempre a las necesidades de la dignidad humana.

Que mi recuerdo y el del resto de mi familia (3) sirva para que su memoria se erija en juez compasivo de aquellas acciones que no deben repetirse; nuestro agradecimiento como hombres buenos que fueron. Su legado intelectual y humano está ampliamente escrito.

Escribo estas líneas con una mezcla de dolor por el pasado y también alegría por ver que en su tierra se les recuerda ahora en este symposium de gente erudita y respetuosa. Si no lo he sabido hacer en el campo intelectual valga el testimonio humano para reclamar el legado de mis antepasados tan necesario ahora como entonces frente a los partidarios del fanatismo y la maldad.

Notas

(1) El Krausismo en Badajoz: Tomás Romero de Castilla de Manuel Pecellín Lancharro, Universidad Extremadura y Consejería Educación y Cultura, 1987.
(2) Masones y republicanos en Montijo (1808-1936), de J.C. Molano Gragera, Ed. del autor, 1991.
(3) Contribuyeron especialmente a la recuperación de esta memoria: mis padres, Vicente (fallecido el 11/05/2008) y Pilar, mi tía Marina y familia, y mis hermanas Maria Josefa y Maria del Pilar.